Cierre de escuelas. Tensiones familiares. Amigos aislados y en cuarentena. Incluso cuando los jóvenes no hayan experimentado COVID-19 directamente, la pandemia ha puesto a prueba su salud mental. Y a menudo, de maneras graves.
Incluso antes de la reciente oleada de casos relacionados con Omicron, una coalición que incluía a la Academia Americana de Pediatría declaró una emergencia nacional en materia de salud mental infantil y adolescente. En su declaración de octubre informó acerca de "las crecientes tasas de problemas de salud mental entre niños y adolescentes y sus familias".
En diciembre, el Dr. Vivek Murthy, cirujano general de Estados Unidos, abordó la crisis con un informe en el que afirmaba que los jóvenes se enfrentan a problemas de salud mental "devastadores".
Todos estos elementos pueden hacer que los padres se planteen algunas preguntas importantes.
¿Qué niños están en riesgo?
"Los niños y los adolescentes están pasando por muchas cosas", dijo la epidemióloga psiquiátrica Karestan Koenen, profesora de la Escuela T.H. Chan de Salud Pública de Harvard, en Boston. Los preadolescentes y los adolescentes parecen haberse visto especialmente afectados.
Indicó que "el mayor riesgo es que hubiera cualquier tipo de problema de salud mental previo", como, por ejemplo ansiedad, depresión o trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
La recomendación del cirujano general explica que los jóvenes de diversos grupos raciales y étnicos también corren un mayor riesgo. Por ejemplo, los jóvenes negros tenían más probabilidades de haber perdido a uno de sus padres o cuidadores a causa de COVID-19, comparados con sus compañeros. Los jóvenes asiáticos americanos, nativos de Hawái y de las islas del Pacífico informaron de un mayor estrés debido al odio y al acoso relacionados con COVID-19.
¿A qué tensiones particulares se enfrentan los niños?
Durante una crisis, los niños carecen de la ventaja de los adultos en cuanto a la resiliencia, dijo la Dra. Rebekah Fenton, pediatra de Chicago. "Para muchos de ellos, esta podría ser la primera gran cosa que viven".
Los niños pueden enfrentarse al "estrés por haber perdido miembros de la familia o por el miedo a que sus seres queridos se enfermen", añadió.
Inclusive, sus preocupaciones también podrían no ser obvias desde el punto de vista de un adulto.
Koenen recuerda que cuando los estudiantes fueron enviados apresuradamente a casa en marzo de 2020, cuando el coronavirus se propagó por primera vez, la principal preocupación de su hijo, que cursaba el séptimo grado, era la fecha de entrega de un proyecto en el que debía estar trabajando en clase.
Asimismo, tenemos el desorden de aprender con diferentes modos y técnicas, dijo Koenen. "Un amigo me comentó que su hija empezó la preparatoria tres veces", rebotando entre el aprendizaje presencial, híbrido y a distancia, cada uno con un conjunto diferente de profesores y compañeros.
Agregó que los cambios fueron especialmente duros para los niños con problemas de aprendizaje, que quizás dependan de la estructura que suelen ofrecer las escuelas.
Los jóvenes también pueden absorber el estrés de sus padres, dijo, que luchan con sus propios empleos o con cómo organizar la escolarización en casa.
¿Cuál es el efecto de todo ese estrés y esa preocupación?
En un análisis global de jóvenes publicado en JAMA Pediatrics se descubrió que los síntomas depresivos y de ansiedad se duplicaron durante la pandemia, con un 25% de síntomas depresivos y un 20% de síntomas de ansiedad.
Las estadísticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades revelaron que, a principios de 2021, las visitas a los servicios de urgencias de EE.UU. por sospecha de intento de suicidio alcanzaban un promedio de 856 por semana en el caso de las chicas de 12 a 17 años y de 196 por semana en el de los chicos de la misma edad. Eso fue un 50.6% más alto para las niñas y un 3.7% más alto para los niños en comparación con el período equivalente a principios de 2019.
"Hay personas que nunca han tenido experiencias con problemas de estado de ánimo, como la depresión o la ansiedad, y que ahora luchan con esas cosas", dijo Fenton. "Otros los tenían en menor grado, que parecía manejable, pero ahora los sienten con la suficiente intensidad como para necesitar terapia o medicación".
¿A qué deben estar atentos los padres?
El estrés y la ansiedad pueden adoptar muchas formas. Fenton, por ejemplo, ha visto a niños que dicen sentir presión en el pecho o tener problemas para respirar, o que tenían frecuencias cardíacas elevadas relacionadas con la ansiedad y la presión arterial alta.
Los problemas no siempre son tan claros, dijo Koenen, cuyo hijo tiene 14 años. Reconoce que puede ser difícil para un padre distinguir el mal humor normal de un adolescente de un problema que necesita ayuda profesional.
Para ella, todo se reduce a la medida en que el comportamiento interfiera en su funcionamiento cotidiano. Sería normal, por ejemplo, que un niño que hiciera deporte se sintiera desanimado si se cancelan los partidos; y, "es normal que los adolescentes quieran pasar mucho tiempo solos en su habitación y demás. Pero si están más retraídos, o no comen, o expresan su propia angustia, entonces hay que tomarlos en serio", dijo Koenen.
Las señales de advertencia de Fenton incluirían a un adolescente que:
está pasando más tiempo con su teléfono con actividades que no son conectarse con los amigos;
parece más triste o ansioso, o tiene nuevas molestias físicas; o
está desarrollando ansiedades en torno a la comida o a su cuerpo.
La Academia Americana de Pediatría enumera otros síntomas de angustia en healthychildren.org.
¿Cómo pueden los padres comentar acerca de sus inquietudes?
"Siempre se puede empezar preguntando abiertamente sobre el tema y reconociendo que muchas de estas cosas no tienen respuestas fáciles", dijo Fenton.
No se trata de encontrar una solución inmediata, sino de escuchar, y "mantener las líneas de comunicación abiertas para que los adolescentes puedan reconocer que sus padres son alguien que está ahí para cuando estén dispuestos a hablar".
¿Qué más pueden hacer los padres?
Ser solidarios. Nueva información publicada en el Journal of Adolescent Health sugiere que las relaciones de apoyo con la familia y los amigos, así como los comportamientos saludables, como la actividad física y la mejora del sueño, pueden proteger la salud mental de los adolescentes durante la pandemia. Un estudio publicado en la revista European Child and Adolescent Psychiatry el pasado mes de julio también destacó la importancia de los buenos hábitos de sueño, de pasar menos tiempo frente a la pantalla y de conectarse con los padres.
Koenen indicó que los padres también deben cuidarse a sí mismos "porque eso ayudará a nuestros hijos". Uno de los mayores factores de predicción de la depresión y la ansiedad en los niños es la propia salud mental y el malestar de los padres, agregó.
El informe del cirujano general ofrece recursos en línea para jóvenes, padres, profesionales y educadores. Para alguien en crisis, la línea Nacional de Prevención del Suicidio ofrece ayuda inmediata en el 800-273-8255 o en suicidepreventionlifeline.org/help-yourself/en-espanol. Está previsto que el número de la línea de crisis se reduzca a tres dígitos – 988 – en julio.
Koenen dijo que los servicios de salud mental están sobrecargados en este momento, pero los pediatras son un buen lugar para empezar. Muchos planes de seguro de salud ofrecen opciones para servicios de salud mental, que también se pueden proporcionar a través de programas de asistencia al empleado. Acceder a los servicios por video o teléfono podría ser una opción.
"Mi papel es realmente escuchar primero y ver si hay algún apoyo que pueda ofrecer", dijo Fenton. A menudo, las consultas "son la primera vez que los adolescentes me dicen que han tenido pensamientos suicidas o que se han hecho daño a sí mismos".
A partir de ahí, se podría hablar del valor de la terapia o de los medicamentos.
Fenton también habla del valor de vacunarse contra COVID-19, lo cual permite la mayor libertad posible en este momento, y alivia una importante fuente de estrés.
También hay que mantener la esperanza, agregó. Ha visto a pacientes que reciben apoyo y ahora prosperan, o al menos encuentran su camino. "Eso me anima mucho", dijo. "Está funcionando".
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*Artículo por Michael Merschel
*Fuente: HealthDay News
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